Tu Dios no es mi Dios, pero tu camisa sí

por | 22 octubre, 2012

Yo nací en Brasil, soy hijo de padres brasileros y, hasta los 11 años, mi conocimiento de castellano era bastante limitado.

Un día, mis padres me anunciaron que mi vida cambiaría drásticamente y me trajeron a vivir a Chile. El idioma fue parte importante del cambio, pero afortunadamente las similitudes entre el portugués y el castellano ayudaron harto en el aprendizaje y tardé muy poco en entenderlo todo y
hacerme entender.

Sin embargo, la misma ventaja que jugó tanto a mi favor, también me juega en contra de vez en cuando, sobretodo con palabras muy similares entre ambos idiomas, pero con usos distintos.

Un ejemplo claro de ese fenómeno, para mí, fue la palabra “camisa”. En Brasil – al menos en Juiz de Fora, una ciudad de porte medio cerca de Rio de Janeiro donde nací y viví durante mi infancia – una camisa es casi cualquier prenda que uses sobre tu torso. Una polera es una camisa, al igual las camisas, petos, uniformes deportivos, malla, etc. Si la vistes sobre tu torso y no es un polerón o una chaqueta o cualquier tipo de abrigo, es generalmente una camisa.

Cuando quieres ser más específico, hablas de “camisa social” o, si quieres hablar de una polera, también la puedes llamar «blusa» (palabra que también tiene un significado distinto en español y puede denominarse también de camisa en Brasil). Pero no nos enredemos.

En resumen, la palabra en cuestión se aplica para muchos tipos de prenda de vestir. Y al cambiarme a un país distinto, con otro idioma, algunas diferencias pequeñas – aunque importantes -cosas como esas fueron difíciles de absorber.

Aunque aprendes rápido que, en Chile, una camisa no es lo mismo que una polera, cuesta interiorizarlo. Sin embargo, tarde o temprano “cae la ficha”, dejas de equivocarte y comienzas a diferenciar muy bien las sutilezas entre ambos idiomas.

Interiorizar algo como esto cuesta un poquito, pero al fin del día es relativamente simple, ya quem hablamos de objetos. Al poder verlos, olerlos y tocarlos, pronto entiendes sus diferencias, que son simples de reconocer.

Consensos divinamente erróneos

Si tienes frente a ti una prenda hecha de tela, diseñada para vestir sobre el torso y brazos, con botones que sirven para cerrarla, nadie discute que se trata de una camisa. Todo el mundo lo reconoce, lo acepta y pasa al siguiente tópico.

Sin embargo, cuando hablamos de Dios no se cuenta con ese mismo beneficio. ¿Quién no ha escuchado que los judíos, musulmanes y cristianos creen en el “mismo” Dios? Hasta hay quienes dicen que todas las religiones creen en el mismo dios, solo que manifestado de formas distintas.

El concepto de dios es dicho con pasión y con frecuencia y todo el mundo cree que está hablando de lo mismo, aglomerando conceptos distintos bajo una misma etiqueta.

Juanito puede decir que cree en un ser que creó el universo, que nos ama incondicionalmente, que controla todo lo que sucede, que todo lo ve, todo lo sabe, que puede hacer todo lo que desee y que está sumamente preocupado respecto a su dieta y su vida sexual.

Por su lado, Pedrito cree en una inteligencia que permea toda la existencia, que conecta a todo el universo, que lo es todo, pero que no tiene ninguna influencia sobre nuestras vidas, ni le importa lo que hacemos o dejamos de hacer.

En nuestra sociedad, ambos son categorizados bajo la etiqueta de “Dios” y pocos lo piensan dos veces.

Y seamos sinceros: una polera tiene más similitudes con una camisa que el dios de Juanito tiene que ver con el dios de Pedrito. Sin embargo, a nadie se le ocurre decirle camisa a una polera, pero no sufren ningún conflicto interno al etiquetar de «Dios» a ambos conceptos, diametralmente distintos.

Sin ir más lejos, existen dos posturas similares en ese mismo ámbito, que se llaman agnosticismo y ateísmo. Son similares, pero no iguales y la diferencia se establece. Sin embargo, el dios de Pedrito no se diferencia del dios de Juanito. A nivel lingüístico y cotidiano son considerados lo mismo y todos creen que, cuando hablamos de dios, estamos hablando de lo mismo, cuando claramente eso no es así.

Son esas trampas del lenguaje que dificultan mucho la comunicación cuando se habla de religión, teología o filosofía.

Es por eso que, si le preguntas a alguien si cree en Dios y tienes una respuesta positiva, no asumas que hablan de lo mismo. Pueden estar refiriéndose a cosas sumamente distintas y es importante establecer ese punto antes de entrar a discutir cualquier cosa.

Cuando una conversación de ese tipo inicie, solo recuerda que dios es como una camisa brasilera, excepto por un detalle: la existencia de esta última no es sumamente improbable…