Ya no hay excusas para no aprender

por | 24 abril, 2012
Imagen: Animación Socio-Cultural:
José Fco. Jiménez Santos

Por Alejandro Weinstein

Miércoles, octubre 7, 15:23. Peter Norvig, director de investigación en Google comienza la clase. La asignatura, «Introducción a la Inteligencia Artificial» (Stanford CS221). El tema: cómo encontrar la ruta más corta entre dos ciudades, dado un mapa con los caminos y sus respectivas distancias. Esencialmente es el problema que resuelve Google Maps cada vez que buscamos la ruta entre dos lugares. A los diez minutos, un control con una pregunta. Luego la clase continúa.

Los beneficios de una educación de elite. Excepto que durante esa semana, otros 160.000 estudiantes alrededor del mundo vieron la misma clase, hicieron los mismos controles y tareas que los estudiantes de Stanford. El costo: cero. Las dos principales diferencia con respecto a la asignatura oficial dictada por Stanford fue que en vez de ser presencial, la clase se ve en YouTube, y que la clase no era conducente a créditos oficiales de la universidad[1].

La idea original fue del, en ese entonces, profesor de Stanford Sebastian Thrun. En abril de 2011 Thrun obtuvo su idea luego de presenciar una charla TED de Salman Khan. Khan es el fundador de la «Khan Academy«, que ofrece más de 2000 videos tutoriales relacionados con matemáticas, ciencia y economía. Thrun se animó a desempolvar su vieja idea de crear una compañía que ofreciera clases on-line e impartidas por expertos en cada disciplina. Luego convenció a Peter Norvig, con quien Thrun enseñaba Inteligencia Artificial en Stanford, de dictar una versión on-line de la clase en forma gratuita y abierta a cualquier a que disponga de una conexión a internet durante el segundo semestre de 2011.

Y así en junio de 2011 Thrun fundó la compañía KnowLabs, pensando en que no más de 2000 estudiantes se inscribirían en el curso. Pero luego de un artículo en el New York Times mencionara la iniciativa, el experimento se volvió viral, y el número de inscritos no tardó en sobrepasar la barrera de los 100.000 estudiantes. Y lo que comenzó como un experimento, terminó como un éxito, con más 20.000 estudiantes tomando los exámenes (se ofrecieron dos opciones: sólo seguir los videos y completar los controles, o además realizar las tareas y exámenes).

Inspirado por el éxito obtenido en el 2011, Thrun decidió lanzar la plataforma Udacity (http://www.udacity.com/), donde ahora ofrece 6 asignaturas, entre ellas: «Construyendo un motor de búsquedas» y «Programando un auto robótico». Y no son los únicos. Andrew Ng, también profesor en Stanford, lanzó Coursera (www.coursera.org), donde ofrece más de 10 cursos. Pero lo de Sebastian Thrun no es sólo ofrecer clases on-line. En su página web escribió:

«Estoy en contra de una educación disponible sólo para el mejor 1% de los estudiantes. Estoy en contra de miles de dólares en gastos de arancel. Estoy en contra del desbalance que el actual sistema trae al mundo. Quiero darle poder al 99%. Quiero democratizar la educación. La educación debe ser libre. Accesible para todos, en todas partes, y en cualquier momento.»

Imagen: Flickr

Y con esto Thrun abre un debate interesante, no ajeno a las discusiones recientes que ha habido en Chile. Pero la forma en que él ve el tema es distinta, y va mucho más allá de cuanto es lo que debe costar la educación. ¿Cuál es el futuro de las universidades? Es interesante considerar la motivación original que dio origen al concepto de universidad: Antes de la invención de la imprenta, los libros eran escasos, y lo común era que existiera sólo un ejemplar en un determinado lugar. La universidad surgió como un lugar donde el profesor leía la única copia del libro frente a los alumnos, quienes copiaban el contenido en sus cuadernos[2]. Sin embargo, varios siglos después, parece ser que a pesar de la invención de la imprenta y de internet, la forma de enseñar sigue siendo esencialmente la misma: el profesor frente a los alumnos repitiendo el contenido del libro. El tiempo dirá cuán visionaria es la iniciativa de Thrun.

En resumen, es posible que, sin darnos mucha cuenta, estemos siendo testigos de una revolución en la forma en que aprendemos. Pero más allá de si los cambios que estamos observando vayan a ser profundos o no, el hecho es que la oportunidades para aprender parecen ser ilimitadas.

Enlaces

Referencias

  1. «The Stanford Education Experiment Could Change Higher Learning Forever«, por Steven Leckart.
  2. «Upside-Down Examples«, por Bruce Eckel.

 

Sobre el autor

Alejandro Weinstein es Ingeniero Civil Electrónico de la Universidad Técnica Federico Santa María. Actualmente se encuentra realizando un doctorado en Ingeniería Eléctrica en la Colorado School of Mines.