Una mirada al programa «Psíquicos» desde la ciencia… ¿o desde la magia?

por | 11 abril, 2012

¿Leyó mi post anterior? Se lo pregunto sólo para no darle nuevamente la lata explicándole la idea de «control» y asumiendo entonces que usted entiende a qué me refiero cuando digo que el programa de CHV tendría que incluir un mucho mejor «control» para tomar en serio las pruebas que hacen los presuntos psíquicos. En los dos episodios emitidos hasta ahora ha habido pruebas muy simples, como la de adivinar el número que saldrá en la ruleta; otras más complejas, como la de encontrar al tipo enterrado vivo en un campo; y otras aparentemente rayando en lo imposible, como la de adivinar que la persona que quería saber algo sobre un ser querido era Paulina Nin, y que el ser querido era su mamá. ¿Y cómo les va a los psíquicos en estas pruebas? Mientras más compleja la prueba, parece irles mejor. Eso, estimados lectores, es altamente sospechoso. Asumiendo, como en el artículo anterior, que un psíquico es un mago que no reconoce serlo, vamos a echarle una mirada a las pruebas del último programa desde la perspectiva que podría tener un mago.

En la prueba de la ruleta el mago… bah, quiero decir el psíquico… no tiene capacidad de control sobre el resultado si la ruleta es de nivel profesional, como seguramente lo es la ruleta de Enjoy usada en el programa, y si el psíquico no se ha confabulado de antemano con quien lanza la bolita. Los psíquicos hicieron 30 predicciones consecutivas, en cada caso sobre un total de 38 resultados posibles, de modo que la probabilidad de acertar a un número era de 55%. Esto es incluso un poco más favorable para el psíquico que lanzar una única moneda al aire y apostar a si va a salir cara o sello (en cuyo caso la probabilidad de acertar es 50%). ¿Resultado? Un solo acierto. Completamente dentro de lo predecible por azar. Dicho sea de paso, a la ciencia parece irle bastante mejor en estas cosas, como lo mostró el grupo Eudaemons en los ’70. Usando leyes físicas y computadores fueron capaces de ganar algunos pocos millones apostando. Eran otros tiempos… Hoy los casinos han mejorado muchísimo su control, casi eliminando la posibilidad de repetir esa clase de hazañas y quitando a los científicos la tentación de enriquecerse a costa de los juegos de azar…

Luego vino la prueba de encontrar a la persona enterrada. Bastaba mirar a los psíquicos en la escena final para comprobar que estaban repartidos en todo el campo. Raro que sus poderes los dispararan en todas direcciones… Más parece que no había ningún poder especial y que se guiaron por sus propias nociones de sentido común sobre el lugar que les parecía más probable para el entierro, ya fuera por el aspecto del suelo o por cualquier otra indicación en el entorno. Sin embargo, usted me dirá, ocurre que uno de ellos acertó. ¿No es eso una excelente evidencia a favor de los psíquicos? Fíjese que no. Y para ilustrárselo déjeme contarle una pequeña anécdota, de nuevo relacionada con juegos de azar. Apostando en una ruleta virtual (sin usar dinero de verdad, lamentablemente) acerté, durante dos números seguidos (sí, dos), el número en que cayó la bolita. Parece imposible, sin embargo, es algo que tiene una probabilidad de aproximadamente 1 en 1.400, es decir, en 1.400 lanzamientos de la bolita espero con cierta confianza que esto pase alguna vez. Ello, claro, no tiene por qué ocurrir en los lanzamientos 1.399 y 1.400. Podría pasar perfectamente en el 1 y en el 2 o en cualquier número de lanzamiento intermedio. O podría no pasar en absoluto pero a la larga, tras millones de lanzamientos, encontrarnos con que en promedio la probabilidad de ese raro evento sigue siendo alrededor de 1 en 1.400. Sin embargo, si alguien me hubiera visto acertar a esos dos números seguidos, a lo mejor me habría comprado la idea de que yo tenía un poder especial para acertar en la ruleta. ¿Cómo habría podido probar si eso era cierto? Simple. Bastaba con que me pusiera a jugar y viera si, después de muchos, muchos, muchos lanzamientos, mi capacidad de acierto era mayor a 1 en 1.400, que es lo esperable por azar. Nos hubiéramos hecho famosos (y millonarios) de haber podido lograr eso pero, como se imaginará, no tengo poderes y, cada vez que he jugado en esas ruletas virtuales, a la larga termino perdiendo el dinero virtual que aposté. Lo cual sería un gran negocio para el casino si lo hiciera con dinero real (no lo haga usted, hágame caso).

Tras la anécdota, volvamos a los psíquicos que dejamos buscando al tipo enterrado. Si yo estoy en un campo de 2 hectáreas, tengo 20 mil metros cuadrados. Cuando me paro en cualquier lugar, razonablemente puedo decir que estoy apuntando a uno de esos 20 mil metros cuadrados. Por lo tanto, la posibilidad de acertar a un lugar en esa área es 1 en 20.000. Como había 10 psíquicos de pie en el terreno, la probabilidad mejora a 1 en 2.000. Difícil, pero, como le muestro con mi pequeña anécdota de más arriba, para nada imposible. Si yo quiero entonces decidir si ese acierto es indicador de un poder especial o si fue pura suerte, el camino a seguir es el mismo que habría seguido con la ruleta. Habría tenido que poder repetir la experiencia varias veces y consistentemente mostrar que mi capacidad de acierto era superior a 1 en 20.000 (para un único psíquico) o superior a 1 en 2.000 (para el grupo de 10). Al no hacer eso, la prueba está mal hecha y su resultado no es indicador de nada. Otra buena oportunidad perdida por CHV.

En cualquier caso la prueba más dramática de la noche fue la de la mamá de Paulina Nin. Parece la más compleja, llena de cosas que sólo Paulina podría saber, y sin embargo, curiosamente, es la prueba en que a los psíquicos les va mejor. Tres de los psíquicos muestran una gran capacidad de acertar al perfil de la persona desconocida y dos de ellos incluso dan el nombre. ¿Cómo explicar eso? Además de un efecto del que podríamos hablar otro día, llamado Efecto Forer, y que varios psíquicos usaron en abundancia, le invito a ver el siguiente video. Es una pena que no tenga subtítulos, pero a lo mejor se anima a mirar un poco aunque esté en inglés:

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=u4qGfNViVN8?version=3]

Se trata de un programa inglés de la BBC, en que se invitó a tres psíquicos a «sentir» quién podría ser el fundador de una chocolatería antigua y cuál había sido su terrible historia personal. Sin embargo había una trampa. El productor del programa plantó en Internet una historia falsa sobre el fundador de la chocolatería, dando un nombre e historia ficticios (un accidente con caballos que lo dejó discapacitado). Imprimió unos folletos e incluso puso una foto falsa de esta persona en un lugar de la fábrica. Si usted ve lo que hacen los psíquicos, el resultado es por momentos electrizante. Fíjese por ejemplo en el minuto 2:23, cuando la psíquica recibe al espíritu del fundador de la chocolatería… ¿Cómo podía ocurrir esto si el caballero en cuestión nunca existió? Y sin embargo el «espíritu» de ese caballero le comunicó a la psíquica exactamente la historia falsa que el productor del programa había diseminado en Internet. ¿La conclusión? La obvia. Los psíquicos habían buscado información sobre los posibles temas que les podrían preguntar en el programa y se habían preparado. Habían hecho la tarea, por decirlo de otro modo.

Lo anterior es un ejemplo de lo que se llama «lectura en caliente». A diferencia de la «lectura en frío», en que yo puedo tratar de sacar información de quien tengo delante, pero hábilmente soy capaz de dar a quien me escuche la sensación de que es información que yo manejaba desde antes, en el caso de la «lectura en caliente» yo manejo cierta información previa del tema que me van a consultar. Una vez que confirmo que es el tema que yo creía, puedo simplemente empezar a recitar toda la información que había memorizado con antelación. ¿Cómo el psíquico pudo saber del tema y prepararse? No se lo puedo decir porque lo ignoro. Un mago es tremendamente ingenioso para averiguar estas cosas y dar al público la sensación de que sabe cosas que son imposibles de conocer. Por darle un ejemplo, hay un mago que en sus shows mostraba saber un montón de detallles personales de algunos de los asistentes. ¿Su truco? Muy simple. Antes de subir al escenario iba a los estacionamientos, veía algunos números de patentes y, con esa información, una asistente averiguaba un montón de información del dueño del vehículo simplemente usando bases de datos en Internet. El resto era sólo memoria bien entrenada. Esto, que parece tan simple cuando se lo cuento, es algo que a mucha gente no se le ocurriría y quedaría con la sensación de que el mago tenía algún poder tras ver el show.

En el caso de los psíquicos del programa, sospecho que hay un caso de lectura en caliente. Como espectadores del programa, no tenemos la menor idea de cuál es la información base que reciben los psíquicos, con cuánta antelación se la dan, quién maneja esa información antes de que el programa comience, etc. etc. etc. pero ya con lo que poco y nada que la edición del programa nos permite ver, está claro que se podría hacer que las pruebas fueron mucho más a prueba de fraudes. ¿Por qué en lugar de trabajar con celebridades no toman un grupo de, digamos, 50 personas completamente desconocidas, cuyo nombre no haya salido jamás en la prensa, y sólo en el último minuto un sistema aleatorio (¡una ruleta!) decide cuál de esas personas tendrá contacto con tal psíquico? Y teniendo el cuidado de cambiar de persona cada vez, de modo que la información tampoco se pueda pasar entre psíquicos o gracias a cualquier posible confederado que existiese en la producción del programa. En cambio, nuevamente hallamos el problema del mal control de los experimentos. En esas condiciones, por espectacular que parezca un resultado, no quiere decir nada.

Mucho más que llamarme la atención el sospechoso nivel de acierto de los psíquicos (que no es lo mismo que «asertividad» a pesar de que es un error que mucha gente comete, incluida Paulina Nin en este programa) me parece más significativo que ante la persona anónima que debían ayudar en la ruleta, no pudieron decir nada muy certero respecto a su vida personal. Lejos de reconocer el fallo, supuestamente el porfiado era él. Ésa es la actitud.