El negocio de la ignorancia: la timopulsera Biolectik

por | 14 junio, 2010


¿Qué se necesita para engañar a la gente?

La verdad es que no mucho, si es que se juntan los ingredientes necesarios para anestesiar la mente y obstaculizar el pensamiento crítico de la población. Todo charlatán sabe y conoce la forma de hacerlo. El asunto es: ¿qué pasa cuando la empresa privada entra al negocio de lo sobrenatural y comienza a sistematizar procesos, para lucrar con la credulidad y la ignorancia de las personas? Pues muy fácil: Una mega campaña comercial de la estupidez y la estafa, donde los señores empresarios generan alianzas para promocionar un cuento al estilo Retail, para atrapar a todos aquellos consumidores desprevenidos y acríticos que, como todos sabemos, no son pocos.

¿Cuál es la fórmula?

Se busca un producto que sea barato y que se venda como pan caliente, para esto se utilizan todos los medios del marketing creando una necesidad (que no existe con anterioridad) en las personas, que bajo este paradigma son los clientes, para luego satisfacerla con dicho producto y obtener ganancias a manos llenas.

¿Y cuál es la gran invención del momento? (Redoble de tambores): la pulserita mágica que tiene al Chupete Suazo en las nubes, tal como anunciaba en portada el diario Las Ultimas Noticias el viernes 11 y a otros tantos baluartes del deporte nacional, tales como Iván Zamorano, Nicole Perrot y Marco Zaror, quien es el promotor que trajo este producto a Chile y comenzó a regalarlo a todos sus amigos deportistas para pesquisar testimonios –según afirma– que le dieran confiabilidad del producto sin ninguna otra prueba más contundente. “No vaya a ser que algunos piensen que este es un tongo. ¡No señor!” afirma seguro, pero nosotros los escépticos ya sabemos que todo este asunto es una completa campaña de estupidización de las masas.

¿Y desde cuándo –nos preguntamos nosotros, los escépticos, en nuestro reducto de las dudas perennes– el solo testimonio ha sido prueba de validez en la ciencia médica?, y digo “ciencia médica” porque este pedazo de plástico que nos quieren vender y que viene en diferentes colores (para todos los gustos) afirma ser justamente una panacea de la medicina, una nueva piedra filosofal, pues sirve para todo, desde el equilibrio del cuerpo hasta una mejora en la salud (es decir, usa un criterio médico), según afirman estos mercanchifles de la especulación, candidatos al clan del columpio, ya que no tienen ningún respaldo en sus propuestas y afirmaciones de este nuevo tongo mediático de la pulserita Biolectik.

“Todo, mi querido lector, es un gran engaño” pues no tienen ninguna evidencia científica que avale sus postulados, nada de peso hay en su página que avale esta pulsera, y se lo digo yo que hace más de cinco días envié un mail a nombre de la asociación escéptica exigiendo nos presentaran las pruebas científicas a las que había sido sometida la TIMOPULSERA, como debiera llamarse, y aquí estamos todavía esperando, como Penélope en La Odisea.

Porque dicha pulserita es la versión 2.0 de las anteriores. Recuérdese al querido Omarcito Garate y su pulserita de los 11 poderes y Don Francisco que, al ver el éxito de este locutor radial, entró al negocio con su pulsera Óptima, la que publicitó trayendo al mismísimo Omar Sharif o el llamativo relojito de la campaña de Piñera, conocí a varios que gastaron lo que no tenían para tener el famoso relojito rojo y a tantos otros que nos han apabullado con pulseras para diferentes fines.

Si tuvieran las propiedades que dicen tener, ¿cuál es el problema de demostrarlo?

El tema, mi querido lector, es que no les interesa demostrar nada, pues saben que todo esto es una gran mula. Para ellos es un negocio más y conocen las reglas de comportamiento de los consumidores, que al ver a grandes deportistas usarla y dar testimonio de su efectividad, van a ir corriendo a las tiendas de ALMACENES PARIS, MEDS, HELLY HANSEN,SPEED WORKS a gastar los $ 14.990 que cuesta en precio normal o los $ 9.990 del precio oferta, buscando encontrar estos mismos resultados en su salud gracias al efecto placebo. Pero cuando se empiecen a acumular los malos resultados en pacientes realmente dañados o enfermos y que confiaron en esta falacia, se va a destapar el fraude y engaño, como ya ha ocurrido en otras latitudes como España, en donde el gran timo de la pulserita Power Balance ha sido develado. (¿O acaso usted creía que esto era un invento “chilensis”?). Pero nada importa a estos ladinos, pues ya miles la habrán comprado y como es una cuestión de tiempo y números, el billetito va estar en las cuentas corrientes de estos empresarios y sus promotores mediáticos.

¿Cómo lo hacen?

Buscando crear un argumento que contenga conceptos pseudocientíficos y que suenen a ciencia. Vea un extracto de la explicación que dan de su producto en su página web:

“Biolectik es una pulsera que proporciona una mezcla de minerales que combinados y en contacto con la piel, mejoran el biocampo y el Chi”. (El Chi es una supuesta energía interna, cuya existencia jamás ha sido probada).

Cualquier mente inquieta e investigadora sabrá que estos conceptos son sólo especulaciones sin sentido y adaptaciones de concepciones parasicológicas y orientales de difícil comprobación.

¿Por qué nos molesta?

Porque consideramos que se está engañando a la gente con un pedazo de plástico pintado, y se están vulnerando las normas sobre protección de los derechos de los consumidores en una serie de puntos, tales como los que se indican en el articulo 3 de la ley Nº 19.496, pues es un derecho básico del consumidor el tener acceso a información veraz y oportuna sobre los bienes y servicios ofrecidos, su precio, condiciones de contratación y otras características relevantes de los mismos.

Esta ley de protección establece, en su artículo 28-b, que quienes cometen infracción a las disposiciones de esta ley, a sabiendas o debiendo saberlo, y a través de cualquier tipo de mensaje publicitario, inducen a error o engaño respecto de la idoneidad del servicio para los fines que éste pretende satisfacer, y que esta supuesta efectividad haya sido atribuida en forma explícita por el anunciante. Como vemos en este caso, en donde se publicita un producto que no ha pasado ninguna revisión seria o científica para demostrar las propiedades medicinales que dice tener, sino que, por el contrario, sólo ofrece una vaga explicación que, en el mejor de los casos, sólo alcanza para convencer a los más desprevenidos e incautos.